Playa Quemada

por Pedro Rodríguez

Resulta muy extraño el fenómeno de Playa Quemada. Conforma un entorno privilegiado. Prácticamente siempre y en toda circunstancia despejado, de forma permanente asocádo y con unas calas espectaculares.

No obstante, estas playas de callaos y arena negra siempre y en todo momento están solitarias. Tanto en su vecina La Arena como en esta, El Pozo, en sus bellos 300 metros de litoral aparecen 4 ánimas. De hecho, estas piezas de baño forman un ungüento de calma y un antídoto infalible para quien sufra agobio. En resumen, un lujo.

Dejando el vehículo en el punto más al sur de Playa Quemada, atravesaremos una senda marcada que nos lleva a las faldas de esta playa. Resulta conveniente continuar el recorrido zigzagueante y eludir la aventura de atravesar los caminos (al final, se pierde más tiempo y, lo más esencial, perdemos seguridad).

Se trata de un camino en pleno Monumento Natural de Los Ajaches que, en su mayoría, respeta los caminitos tradicionales usado para el pasto de las cabras de Femés.

Playa Quemada en la isla de Lanzarote
Entrada a Playa Quemada

Se puede aprovechar para contemplar ciertas panorámicas verdaderamente arrebatadoras. La primera, comenzado el camino, volviendo la vista atrás para observar la presumida estampa de Playa Quemada.

Su vetusto y desorganizado urbanismo que paradójicamente le proporciona un encanto particular y las embarcaciones encalladas en la dulce costa. En medio, con el día despejado, mirando al sur apreciamos la figura de las dunas de Corralejo (en la vecina isla de Fuerteventura) y el siempre y en todo momento misterioso islote de Lobos.

Efectivamente, los aventureros y amantes de la naturaleza tienen a mano el complemento ideal del bañazo, con un camino anterior que atraviesa Los Ajaches.

Playa Quemada en la isla de Lanzarote
Pueblo en Playa Quemada

El reducido espacio semeja enorme merced a la gigantesca panorámica del horizonte de mar. Una población de gaviotas nos acompaña. Postradas en la ribera, esperan que la corriente marina les dé algún manjar proveniente de las próximas piscifactorías que afean la bahía.

Las aguas están limpias y el mar quieto como un plato. La entrada a la marea, conforme qué zonas, es laboriosa por la presencia de ciertos callaos. Nada pasa si vamos descalzos, mas para eludir cualquier molestia nos viene de perlas un calzado acuático.

El pateo anterior y el permanente calor, a veces agobiante en esta costa del sudeste lanzaroteño, fuerza a ir pertrechados de rebosante agua de cara a una más que recomendable y continua hidratación.

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