
¿Sabes esa sensación de llegar a la playa con los chiquillos, soltar las bolsas y respirar hondo porque sabes que todo va a salir bien? Pues esa sensación tiene un nombre en el sur de Tenerife: Fañabé. No te voy a vender que es un rincón secreto, porque no lo es. Pero sí te voy a contar por qué es el lugar donde hasta los padres consiguen desconectar de verdad.
Cuando uno ha pateado todas las islas, aprende a diferenciar las playas salvajes de las playas inteligentes. Fañabé es de las segundas. No es casualidad que sus aguas sean tan tranquilas; los espigones que la protegen están puestos con una sabiduría que solo entiende el que ha salido a pescar con el mar picado. Crean una especie de piscina gigante donde las olas del Atlántico se quedan en un murmullo.
Aquí el juego de los niños no es una preocupación, es la banda sonora del día. La arena, dorada y fina, es perfecta para que se pasen horas haciendo castillos mientras tú, por fin, lees más de dos páginas seguidas de ese libro que llevas en la maleta. Es una playa que está pensada para que no te falte de nada, pero sin el agobio de los sitios que intentan venderte algo cada cinco minutos.
Lo que muchos no ven a la primera es que la magia de Fañabé está en su paseo marítimo. Es como una arteria que conecta todo. Si caminas hacia la derecha (mirando al mar), te vas adentrando en la zona de Playa del Duque, un poco más tranquila y con otro aire. Si tiras para la izquierda, te metes de lleno en el ambiente de Torviscas y Puerto Colón, con más movimiento y olor a barcos y a excursiones.
Este paseo es la clave. Te permite cambiar de ambiente sin mover el coche. Puedes pasar la mañana en la arena, y cuando el sol empieza a apretar, dar una caminata tranquila y buscar un sitio para comer unas papas con mojo y un buen pescado del día. Y al atardecer, cuando la mayoría se retira, ese paseo con la luz anaranjada cayendo sobre La Gomera en el horizonte… eso, amigo, es de lo que te vas a acordar cuando vuelvas a casa.
No tiene mucho misterio, pero hay un par de cosas que te harán el día más fácil.
Depende de lo que busques. Si quieres tranquilidad y sitio para elegir, a primera hora de la mañana, de 9 a 11. El agua está increíble. Si prefieres el ambiente y la luz del atardecer, a partir de las 5 de la tarde. El mediodía, sobre todo en verano, es cuando más gente hay.
Lo bueno es que no tienes que coger el coche. Si Fañabé te agobia, simplemente empieza a caminar por el paseo. Hacia la derecha (norte), llegarás a las playas del Duque, más selectas. Hacia la izquierda (sur), a Torviscas y La Pinta, con un ambiente más de puerto deportivo. Tienes varios kilómetros de costa para encontrar tu sitio.
Sí, y en buen estado. Hay duchas a lo largo de los accesos para quitarte la sal y la arena, y también baños públicos. Recuerda lo que decimos aquí: el jabón, para casa. En las duchas de la playa solo agua, para cuidar el entorno. Es un gesto pequeño que significa mucho.
¿Es fácil llegar con un carrito de bebé y todos los trastos?
Más fácil, imposible. Fañabé está diseñada para eso. Hay rampas por todas partes, el acceso a la arena es cómodo y el paseo marítimo es llano. Es la playa a la que llevas a los abuelos y a los nietos sin que nadie se queje.
¿Hay que alquilar hamaca o se puede poner la toalla donde uno quiera?
Tienes las dos opciones. Hay zonas amplias de hamacas y sombrillas de alquiler, pero también hay mucho espacio público para que plantes tu propia sombrilla y tu toalla. Nadie te va a mirar mal. Aquí cada uno va a su aire.
¿Es una playa solo para familias o también para ir en pareja?
El ambiente principal es familiar, no te voy a engañar. Pero gracias a su tamaño y al paseo, siempre encuentras tu rincón. Para un plan más tranquilo en pareja, te recomiendo caminar hacia la zona de Playa del Duque o quedarte hasta el atardecer, cuando la playa se vacía y se vuelve mucho más íntima.
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