
¿Has visto alguna vez una playa que parece no tener fin, que se funde con un desierto? He paseado por Maspalomas cientos de veces, desde que era un chiquillo, y todavía me impresiona. Pero su magia no está a simple vista, entre las sombrillas de colores. Te voy a contar cómo encontrar sus distintos mundos, esos que no suelen salir en todas las fotos, para que la vivas como uno más de aquí.
Todo en Maspalomas empieza y termina en el Faro. Es como el viejo guardián de piedra que vigila la costa. La zona que lo rodea es el corazón familiar de la playa. Aquí es donde vienes si buscas comodidad: la orilla está a dos pasos del paseo, el oleaje es casi una caricia y tienes todos los servicios a mano. Huele a crema solar y a salitre, y el sonido de fondo es una mezcla de niños jugando y el murmullo tranquilo de los chiringuitos.
Es el lugar perfecto para un día de playa sin complicaciones. Llegas, plantas la sombrilla y te olvidas del mundo. Los que somos de aquí a veces venimos los domingos, aunque preferimos las horas en las que el sol no aprieta tanto, a primera mañana o cuando la tarde empieza a caer y la luz se vuelve dorada. Es la estampa clásica, sí, pero tiene un encanto que nunca falla.
Si vienes con niños o no te apetece caminar mucho, esta es tu base de operaciones. El aparcamiento por la zona se complica bastante pasadas las diez de la mañana, así que o madrugas o mejor vente en guagua (autobús), que te deja prácticamente al lado. Para comer algo rápido, los chiringuitos de la misma arena son una opción, aunque si caminas un poco por el paseo hacia Meloneras encontrarás sitios con más calma.
A medida que dejas atrás el bullicio del Faro y caminas hacia el este, notarás que el paisaje y la gente cambian. El espacio se abre, las sombrillas se espacian y la ropa empieza a ser opcional. Estás entrando en la zona nudista y en el tramo que, desde hace décadas, es un símbolo de libertad para la comunidad LGTBIQ+. No te guíes por los mapas, guíate por el ambiente.
Aquí el único sonido es el del viento alisio peinando las dunas y el romper suave de las olas. Es un lugar de un respeto increíble. Nadie te mira, nadie te juzga. La gente viene a conectar con el sol y el mar en estado puro. El famoso quiosco número 7 es el punto de encuentro no oficial, un pequeño oasis en mitad de la arena donde parar a por una bebida fría.
Ojo, que aquí el sol pega sin piedad y no hay sombra natural. Trae tu propia sombrilla y más agua de la que crees que vas a necesitar. Es una caminata considerable desde el Faro, así que ven preparado. Y lo más importante: esto es un espacio de libertad y respeto. Guarda el móvil y no te dediques a hacer fotos; la gente valora su intimidad. Simplemente, disfruta de la sensación de inmensidad.
Si sigues caminando, llegarás a la Punta de Maspalomas, esa curva donde la playa gira y se convierte en su hermana, la famosa Playa del Inglés. El ambiente vuelve a cambiar. Hay más movimiento, gente jugando a las palas, algunos intentando hacer surf en los días buenos y una energía más juvenil. Es el puente natural entre la calma de las dunas y el jaleo de una de las zonas turísticas más activas de Europa.
Desde aquí, la vista de las dunas al atardecer es espectacular. Es el sitio perfecto para terminar la caminata, sentarte en la arena y ver cómo el cielo se tiñe de naranjas y rosas. Muchos de los que están aquí durante el día son los que luego llenarán los bares y discotecas del Yumbo o la Kasbah por la noche. Es el ciclo perfecto de sol y fiesta.
Si buscas algo de deporte acuático, como alquilar una tabla de paddle surf, esta es la mejor zona para hacerlo. Al estar conectada con Playa del Inglés, tienes un montón de opciones para comer o tomar algo a pocos metros de la arena. Es un buen punto intermedio si quieres disfrutar de lo mejor de los dos mundos: la naturaleza de Maspalomas y los servicios de El Inglés.
La mayoría de la gente viene a Maspalomas y solo mira hacia el mar. Craso error. El verdadero espectáculo, lo que hace a este lugar diferente a cualquier otro, está detrás de ti: la Reserva Natural Especial de las Dunas de Maspalomas. No es solo un montón de arena, es un ecosistema vivo, un pequeño desierto que cambia de forma cada día con el capricho del viento.
Adentrarse en las dunas (siempre por los senderos señalizados, por favor) es como entrar en otro mundo. El ruido se apaga y solo escuchas el silbido del viento. Te recomiendo hacer esto al amanecer o, mi momento preferido, al atardecer. Sube a lo alto de una duna, siéntate y espera. Ver cómo el sol se esconde detrás de las montañas mientras tiñe de oro ese mar de arena es algo que se te queda grabado. Como pescador, te digo que el mar y el viento aquí tienen un diálogo constante, y las dunas son el resultado.
Esto no es una broma: no te metas en las dunas a mediodía en verano. El calor es asfixiante y es fácil desorientarse. Lleva siempre agua, la cabeza cubierta y calzado que no te importe que se llene de arena. Es un espacio protegido, así que no dejes ni un solo residuo y respeta la flora y fauna local, como los famosos lagartos de Gran Canaria que a veces se dejan ver. Es nuestro tesoro, cuídalo como si fuera tuyo.
La playa es pública y gratuita, por supuesto. Ahora, si quieres la comodidad de una hamaca y sombrilla, sí, tienes que alquilarlas. Los precios varían un poco, pero rondan lo habitual en zonas turísticas. Un truco de los de aquí: si vas a estar muchas horas, a veces compensa comprar una sombrilla barata en una tienda cercana y luego dejarla a alguna familia cuando te vayas.
Es muy fácil. La red de guaguas (autobuses) de Gran Canaria es bastante buena. Desde Las Palmas o el aeropuerto, hay líneas directas que te dejan en la estación del Faro de Maspalomas, a dos minutos caminando de la arena. Desde otras zonas del sur como Puerto Rico o Mogán, también hay conexiones frecuentes. Es cómodo y te quitas el problema de buscar aparcamiento.
Para nada. Es una zona de “práctica nudista habitual”, lo que significa que quien quiere, lo practica, y quien no, pues no. La norma no escrita es la convivencia y el respeto. Puedes pasear por toda la playa en bañador sin ningún problema. Lo importante es la actitud: naturalidad y respetar el espacio de cada uno.
El viento alisio es parte del sur de Gran Canaria. Hay días que sopla con ganas y la arena se levanta. Si es un día de esos, mi consejo es que te quedes en la zona del Faro, que suele estar más resguardada. Otra opción es buscar calas más pequeñas por la zona de Mogán, como Amadores o la propia playa de Mogán, que suelen estar mucho más protegidas del viento.
¿Es solo para turistas o también vamos los canarios?
¡Claro que vamos! Quizás evitamos los fines de semana de pleno agosto, pero es una playa que nos encanta. Solemos ir más hacia los extremos, cerca del Faro o ya en la parte de Playa del Inglés, y sobre todo a última hora de la tarde, para dar un buen paseo por la orilla cuando la multitud se ha ido y la playa respira de nuevo.
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