
¿Sabes esas playas donde el viento parece que te habla? La mayoría de la gente sale corriendo, buscando un sitio más resguardado. Yo, en cambio, con los años he aprendido a escucharlo. Hay lugares en Canarias donde el viento no es un enemigo, sino el alma del sitio. Te voy a contar la historia de una de esas playas, El Burrero, un rincón en Gran Canaria que vive al ritmo que marcan los alisios.
No te voy a mentir, El Burrero no es una playa silenciosa. Aquí la banda sonora la ponen las olas, el silbido constante del viento y, de vez en cuando, el rugido de un avión que despega del aeropuerto de al lado. Pero esa mezcla, créeme, tiene un encanto especial, es el sonido de un lugar vivo y sin complejos.
La arena aquí es distinta. Es una mezcla rara, como si la arena rubia del sur se hubiera peleado con la arena negra volcánica y al final hubieran hecho las paces. Cuando caminas descalzo, sientes esa textura particular. Es una playa de gente de aquí, de los de Ingenio y Carrizal. Los fines de semana verás a las familias con sus neveras y sus sombrillas, luchando con el viento entre risas, como se ha hecho toda la vida.
La mitad de la playa, la que está más cerca del pequeño muelle, suele estar más tranquila. Allí todavía ves algún barquillo de pesca varado en la arena, recordándote que este sitio, antes que lugar de baño, fue refugio de pescadores. La otra mitad es el campo de juegos. Cuando el viento sopla de verdad por la tarde, el cielo se llena de cometas de kitesurf y las velas de windsurf cortan el agua a una velocidad que impresiona. Es un verdadero espectáculo.
Recuerdo una vez, de joven, intentar pescar a caña desde las rocas del muelle una tarde de viento. Un viejo pescador se me acercó, se rio y me dijo: “Chiquillo, hoy el pescado está para los que vuelan, no para los que nadan”. Y señaló a los windsurfistas. Nunca se me olvidó. Hay que entender el día para saber qué te puede dar el mar.
El Burrero no compite en los concursos de belleza de las playas de Gran Canaria. No le hace falta. Es un lugar auténtico, con carácter, un sitio que te enseña a disfrutar del mar en todas sus formas, incluso cuando se pone un poco bruto. Es una de esas playas que, si le das una oportunidad, se te queda dentro.
Peligrosa no, pero hay que estar pendiente. Por la mañana, con la marea baja, se forman pequeñas charcas en la orilla donde pueden jugar sin problema. Por la tarde, con el viento y el oleaje, mejor tenerlos controlados y no dejarlos solos en el agua. Sentido común, como en todos lados.
Sí, hay guaguas (autobuses) que llegan hasta Carrizal y desde ahí puedes dar un paseo. Pero, para serte sincero, lo más cómodo es venir en coche para tener libertad de moverte si el día se pone muy ventoso y quieres buscar un plan B.
¿Hay dónde alquilar material de windsurf o kitesurf?
En el mismo pueblo no hay grandes centros de alquiler como en otras zonas más turísticas. La gente que viene aquí suele traer su propio equipo. Es más un punto de encuentro para aficionados locales que una escuela para principiantes.
¡Buena pregunta! Si el plan de playa se frustra, estás en un buen punto. A pocos minutos en coche tienes el casco histórico de Ingenio o el de Agüimes, que son preciosos para pasear y comerte algo. O puedes ir a la Playa de Vargas, justo al lado, que es aún más salvaje y un paraíso para los que hacen kite.
De los mejores de la isla, sin duda. Como está en la costa este, el sol sale justo por el mar. Levantarse temprano, llegar cuando aún no hay nadie y ver salir el sol con el sonido de las olas de fondo… eso es algo que no se paga con dinero. Y a esa hora, el viento aún suele estar durmiendo.
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