
¿Sabes ese viento que a veces te fastidia en la ciudad, que te vuela los papeles y te despeina sin preguntar? Pues aquí, en un rincón del sur de Gran Canaria, la gente viene a buscarlo a propósito. Suena raro, lo sé. Pero te voy a contar por qué una playa con una brisa casi constante se llama, precisamente, Bahía Feliz. No es una ironía, es que la felicidad aquí se mide de otra manera.
Lo primero que tienes que entender de Bahía Feliz es que no es la típica playa de postal del sur de la isla. Aquí el protagonista no es el que está tumbado en la toalla, sino el que está de pie sobre una tabla, volando sobre el agua. Es un lugar con energía, con un ritmo que marca el viento alisio.
La orilla es una mezcla de arena oscura, casi negra, con un montón de callaos, esas piedras redondeadas que el mar ha pulido durante siglos. Cuando las olas se retiran, hacen un sonido grave, como si la playa respirara hondo. Y sobre ese sonido, el silbido del viento y el aleteo de las velas de windsurf que pintan el horizonte de colores vivos. Es un espectáculo que hipnotiza, te lo aseguro.
Aquí vienen deportistas de media Europa. Ves a gente que controla tanto que parece que han nacido con la tabla pegada a los pies. Recuerdo una tarde, sentado en los callaos, viendo a un alemán veterano, de esos que llevan más años aquí que yo en el mundo, planear sobre el agua con una facilidad que parecía brujería. No hablaba español, yo no hablaba alemán, pero con una sonrisa y un gesto con la cabeza nos entendimos. Esa es la felicidad de esta bahía: la del movimiento, la de sentir la fuerza de la naturaleza y jugar con ella.
Así que la próxima vez que pases por el sur, no veas Bahía Feliz como “la playa de los hoteles”. Es mucho más. Es un lugar donde el viento no molesta, sino que da vida. Acércate, aunque sea solo a mirar. Siente esa brisa en la cara y escucha el mar. Quizás no te bañes, pero te aseguro que te irás con una energía distinta.
Si te soy sincero, si lo único que buscas es estar quieto en una toalla sin una pizca de viento, quizás haya mejores opciones cerca. Aquí el viento es parte del encanto. Si no te importa una buena brisa que te refresque, entonces sí, pero no esperes un remanso de paz total.
Para nada. De hecho, gran parte de la gente que viene se queda en la orilla disfrutando del espectáculo. Ver las velas moverse a toda velocidad es muy entretenido. Y si te animas, siempre puedes tomar una clase de iniciación en alguna de las escuelas locales.
Es una mezcla. Hay zonas de arena volcánica oscura y otras de callaos (piedras). Se puede caminar descalzo por la arena, pero para entrar al agua o caminar por la orilla, te recomiendo llevar escarpines o cholas. Los callaos pueden ser incómodos.
Sí, la playa está junto a la urbanización Bahía Feliz, que tiene un pequeño centro comercial con restaurantes, bares y supermercados. Tienes de todo a un par de minutos caminando desde la playa, no hace falta ni coger el coche.
Como en casi todo el sur: depende de la hora. A primera hora de la mañana no suele haber problema. A mediodía, sobre todo los fines de semana o en temporada alta, se puede complicar un poco más. A veces toca dar un par de vueltas, pero se suele encontrar sitio en las calles de la urbanización.
Sí, es un lugar familiar, pero con matices. No es una playa de aguas totalmente paradas. El oleaje suele ser moderado y el viento es constante, así que hay que estar pendiente de los más pequeños, como en cualquier playa. Es ideal para familias con niños un poco más mayores que disfrutan viendo el deporte y jugando en la orilla.
¿Te ha gustado este artículo? ¡Compártelo con tus amigos y familiares!